sábado, 13 de febrero de 2010

Un Runa en el metro de Barcelona

Pensando en la crisis del transporte en el Cusco
Pavel Valer Bellota


Querido lector:

En el metro de Barcelona también se habla Quechua, hace un par de días encontré a un grupo de Runas conversando, mientras viajaban por debajo de la ciudad, con ese sabor dulce que te deja en la boca el Runasimi. Me llenó de alegría, aun existimos. Y decidí, a riesgo de parecerte huachafo al estilo “todo-lo-del-extranjero-es mejor”, contarte algo sobre el metro y los buses de por allí.

Lo que me gusta de Barcelona a pesar de que es una ciudad grande, una urbe del mundo, (fíjate en un mapa del mundo y ubica las ciudades que están señaladas allí, encontraras entre otras el Cusco, Cochabamba, Quito, etc., en América del Sur, y, en Europa, entre otras ciudades, Barcelona) es que uno se puede mover por la ciudad a toda hora relativamente fácil. Cuando digo que uno se puede mover me refiero trasladarse de un lugar para otro, y cuando digo fácil quiere decir que se puede utilizar el transporte público y barato.

El transporte en Barcelona parece un poco complicado para quien se asoma por primera vez a la ciudad. El Metro parece un trabalenguas que se enreda debajo de la tierra. Los Ferrocarrils Catalans, un poco más distinguidos como son los catalanes barceloneses, se desenredan desde la Plaza Cataluña en el centro mismo de la ciudad hacia las pequeñas ciudades y pueblos rodeados de los pocos bosques que quedan en medio del Vallés. El Ferrocarril de Cercanías con un diseño de gusto madrileño, que a muchos gusta y a otros no, se pierde por muchos más pueblos y ciudades que se podrían considerar ‘cercanas’ a Barcelona y que conecta a la metrópoli con lugares que están hasta a 100 Km. de distancia.

De esta manera obreros, vendedores, empleados de restaurantes, bares, bancos, choferes de transporte público, empleadas de hogar, barrenderos, en fin, trabajadores simples y comunes, se pueden movilizar a sus trabajos desde las cinco de la mañana, hora en que sale el primer metro, ferrocarril catalán, o tren de cercanías, hasta las doce de la noche, hora a la que cierran. Y las vísperas de días feriados y festivos el horario se amplía hasta las dos de la madrugada, y en algunas ciudades como Bilbao se amplía hasta que llegue el sol. Y si pierdes el último metro o tren, no te preocupes, puedes tomar el bus nocturno que funciona el resto de la noche.

Los costos de transporte no son caros en relación a los ingresos de un trabajador barcelonés promedio, una tarjeta para hacer todos los viajes que quieras en todo el mes cuesta unos 35 dólares, si sacas cuentas: haciendo solo cuatro viajes al día resulta que el trayecto cuesta un sol (1 sol y 02 céntimos), y fíjate que puedes hacer la cantidad de viajes que quieras en una ciudad que alberga más de tres millones de personas. Y lo mejor es que, si para llegar a tu destino tienes que movilizarte combinando tren, metro y bus, no tienes que pagar en cada uno de ellos sino que con que una vez que pagues es suficiente. Una tarjeta con una banda magnética controla el tiempo y las veces que has subido a los diferentes medios de transporte y seguidamente distribuye equitativamente los ingresos por pasajes a cada empresa que los tiene a cargo.

Y, los buses o trenes siempre están limpios, especialmente los buses brillan, repito, brillan por dentro y por fuera. Generalmente nadie va parado en un bus. Si no llegaste a tiempo para un bus o está lleno, esperas otro que viene en el tiempo programado y no te haces problemas de nada si no estás apurado. En fin…

Pienso en el transporte en la ciudad del Cusco, mi memoria guarda esos buses de color verde tan viejitos pero limpios. Recuerdo las “palomitas” que iban a San Jerónimo, casi siempre con aroma a frescas hierbas y verduras u oliendo a choclo o segundito de fideos. Esos buses que si lo pensamos estaban bien, o estaban mejor, mejor de lo que ahora están; por que casi todos esos buses se han convertido en combis y su viaje apretado, sus asientos trucados para que entren veinte, y si se puede más personas, en un automóvil que esta diseñado para diez pasajeros; que paran en cualquier zona si pueden, que casi nunca están limpios, que no tienen horarios. Y de verdad me da algo así como rencor al pensar en las combis y en que son casi el único medio de transporte urbano en la ciudad del Cusco.

Estas combis han sido el resultado del extremismo neoliberal como receta para resolver el problema del transporte. Al ‘liberalizarse’ las normas del transporte, miles de personas de buena fe, pequeños empresarios, profesionales con algún dinerito ahorrado se volcaron a invertir en una combi.

Muy bien, la iniciativa popular para resolver los problemas públicos esta muy bien. Ellos no han fallado del todo, de ellos no es toda la responsabilidad de tener las combis que tienen. Los dueños de los combis lo único que han querido hacer es resolver un problema social, satisfacer la demanda de transporte y creo que hasta cierto punto lo han hecho bien, lo han hecho dentro de un ‘ambiente’ legal ultraliberal que les ha proporcionado el Estado. La responsabilidad de la situación en que está el trasporte público la tienen principalmente las autoridades del Estado que tenían y tienen a su cargo el transporte. La historia, y las condiciones del transporte público en Cusco, ya los están juzgando, se les ha condenado a ser perdonados y a que vivan con su perdón tocándoles la bocina en cada esquina del Cusco.

Pero ahora ya han pasado muchos años desde el nacimiento del sistema combi de transporte urbano y hace varios años que hay nuevas autoridades. Quiero pensar que hay una Municipalidad nueva de verdad, un gobierno regional que al menos seguirá eso de ‘escobita nueva barre bien’ (aunque ya la escoba la están guardando). Quiero pensar que los dueños de combis, los transportistas, mi amigo Bernardo Dolmos y su amigo Eloy Condori, con la experiencia que ya han ganado en los avatares del transporte público han ganado también en imaginación. Me gustaría que todos se sienten y que imaginen un ratito el trasporte que se merece el Cusco como ciudad importante en el mundo. Me encantaría que todos ellos diseñen un programa cusqueño de desarrollo del transporte, para superar ese escalón que han sido los combis, subir esa gradita y plantearse hacer un trasporte bueno bonito y barato, y que diseñen -por ejemplo- hacer un Ferrocarril Inka que una a todos los pueblos del Cusco, un sistema de autobuses eficiente para los pueblos cercanos, un sistema de minibuses para la ciudad, un sistema de tarifas unificado, un sistema de transporte que no dañe a la naturaleza, en fin.

Quisiera pensar que se atrevan; es cuestión de capital, arrojo y, fundamentalmente, de apoyo de nuestros representantes en la Municipalidad, en el Gobierno Regional, en los órganos ‘nacionales’ de gobierno. Es cuestión también de plantarle cara al centralismo para arrancarle el presupuesto necesario y no imitar el caos del transporte de Lima, es cuestión de recurrir al financiamiento internacional para el desarrollo. Es cuestión de muchas cosas, pero sobre todo de imaginación, de propuesta y apertura al diálogo.

Los cusqueños, nosotros los indios, los cholos del Cusco (y también los que no lo son) nos merecemos un mejor transporte y creo que juntos lo podemos construir. Espero que algún día pueda escuchar en el Cusco hablar nuestro idioma a un grupo de Runas mientras viajan en un bus muy limpio, muy cómodo y barato, o mientras regresan del trabajo en San Jerónimo hacia su casa de P’isaq contentos... y pijchando su coquita.

Barcelona-Bilbao, Agosto de 2005.

Nosotros Perú

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